Comentario exhaustivo (VIII): «Los Borrachos» o «El triunfo de Baco», Diego de Silva y Velázquez

1. PORTADA

Antes de emprender su primer viaje a Italia, Velázquez realiza la que sería su primera obra de trasfondo mitológico, titulada “Los Borrachos” o “El triunfo de Baco” que fue pagada en julio de 1629, y debió pintarse en la mitad de ese año. Por tanto, entraría en la primera estancia de Velázquez en la capital española. El pintor sevillano demostró que no sólo era capaz de realizar cuadros de historia.

Este lienzo del Real Alcázar pasó al Palacio del Buen Retiro tras el incendio de 1734, y de allí al Palacio Real. Actualmente se encuentra en el Museo del Prado desde 1819.

Está realizada en óleo sobre tela, y mide 165,5 x 227,5 cm.

2. Dionisos, Los Borrachos

En este cuadro se distingue a Dioniso, dios del vino, que con la embriaguez libera temporalmente a los hombres de sus problemas, y que tiene un enorme peso como dios individual. Lo veremos siempre con sus atributos más comunes, siendo estos los tirsos, las hojas de hiedra, pámpanos o pino, pero, sobre todo, los instrumentos musicales; lo normal es que sean instrumentos de viento, como la siringa (flauta del dios Pan), o auloi (doble flauta) y también instrumentos de percusión, como los címbalos (platillos pequeños), o los crótalos (castañuelas). En este caso, Baco aparece coronado, y a su vez coronando a otro personaje con hojas de hiedra, quedando ausentes los instrumentos musicales.

3. Escorzo, Los Borrachos

Velázquez representa a Dioniso un poco desplazado hacia la izquierda del eje vertical central del cuadro, coronando, como ya se ha mencionado antes, a otro personaje que se encuentra en escorzo, agachado, introduciendo una línea diagonal que continúa por los pliegues de una capa del suelo y por el brazo y la cabeza de Baco.

Está sentado, y se cubre con lo que parece ser una túnica de un tono rosáceo y otra blanca, dejando el torso desnudo. Tiene un color de piel mucho más claro que el resto de los personajes de la escena, es un recurso que ha utilizado el pintor para que podamos identificar sin ninguna duda qué personaje es el que representa a la divinidad. A pesar de estar coronando a un hombre, el dios dirige su mirada hacia la izquierda, aparentando no prestar atención a la acción que realiza. Además de esto, destacar que Velázquez ha idealizado el rostro de Baco, contrastando con el resto de figuras, pues éstas poseen un rostro desgastado por los años y se representan pobremente vestidas.

Al lado del dios (a la izquierda según miramos) encontramos nuevamente una figura en escorzo, esta vez recostada, que contempla la escena principal del cuadro. Éste aparece también coronado, por lo que podemos deducir que es un semidiós o un efebo.

4. Personaje en penumbra, Los Borrachos

Además de estos tres personajes, encontramos a otros seis, de los cuales cinco se sitúan en un plano posterior al de Baco y la coronación. Dos de estos personajes (los situados al lado del dios) se muestran totalmente embriagados, incluso uno de ellos sonríe al espectador invitándonos a beber, personaje que por cierto nos recuerda a la obra “Demócrito” de Ribera. El que podemos numerar como un sexto personaje es el que se encuentra totalmente a la izquierda de la obra, casi en penumbra. Este misterioso sujeto, del que no podemos advertir el rostro, se encuentra en un primerísimo plano. Velázquez se valió de este personaje para utilizar la técnica del repoussoir, ya que con él consigue retrasar el resto de la composición.

Dejando a un lado los integrantes de la escena, en el suelo se puede observar unas jarras tratadas con un excepcional naturalismo, cuyos brillos y texturas nos recuerdan a la etapa sevillana del pintor.

5. Los Borrachos, Velázquez

El pintor sevillano coloca a los personajes en una especie de ‘friso’, a la vez que juega con diagonales y escorzos en primer plano; esto nos hace descubrir cierto abigarramiento en la colocación de los personajes. Pero se puede apreciar como una solución compositiva que hasta el momento no se había experimentado en la Corte.

La posición de los personajes fue determinada por medio de gruesos contornos realizados con amplias pinceladas, que aparecen alrededor de las figuras a modo de halos (podemos observarlo debido a que este lienzo nunca ha sido reforzado, por lo cual las pinceladas casi conservan la misma frescura que en su primer momento), aunque debemos decir que el personaje que aparece en el ángulo inferior izquierdo y el hombre que se está quitando el sombrero en la esquina superior derecha fueron añadidos posteriormente.

Velázquez no recurre totalmente al clasicismo para crear esta obra, pues introduce elementos contemporáneos de la época, y al mismo tiempo elementos antiguos; con esto podemos decir que trata el tema mitológico de manera terrenal.

En cuanto a la interpretación, podemos decir que se encuentra lejos de ser la representación de una vulgar escena de borrachos, puede reflejar el momento de la coronación de un poeta.

Algunos historiadores del arte han considerado que quizás el personaje que está siendo coronado no es realmente un poeta, sino un pintor, teniendo en cuenta el lema horaciano “ut pictura poesis” ya que ambas comparten el mismo proceso creativo.

Inicialmente, esta obra aparece citada en diversos documentos como “El cuadro de Baco” o incluso como “Una historia de Baco coronando a sus cofrades”. Pero su nuevo título no nos desvela nada más que los anteriores, pues dicho cuadro ha sido considerado como un típico ejemplo de los españoles en el Siglo de Oro.

1. PORTADA

Esta es la primera obra del pequeño grupo de pinturas mitológicas de Velázquez. A nosotros únicamente nos han llegado seis obras mitológicas.

El tema del “triunfo de Baco” lo podemos ver representado desde el Clasicismo, pudiendo encontrar una enorme cantidad de representaciones (por ejemplo en mosaicos, tanto con uso decorativo como funerario) en el siglo V d.C., pero probablemente “El triunfo de Baco” fue pintado bajo la inspiración de Rubens, que en aquel momento se encontraba en Madrid.

Una vez en Italia, en 1629, sabemos que el pintor sevillano estuvo en Génova, Venecia, Roma, Ferrara y Cento, regresando a Madrid nuevamente en 1630. Pero no dudamos de las influencias que trajo de su estancia en tierras italianas.

La década de 1630 es la de máximo esplendor de Velázquez, pues realizó una enorme producción de retratos reales, retratos a personajes mundanos, temas religiosos, temas mitológicos y de literatura… entre los que destacan “La túnica de José”, “La fragua de Vulcano” y paisajes como la “Vista del jardín de la Villa Medici en Roma.

Fuentes y enlaces de interés:

AA.VV. (2013). La guía del Prado. Museo Nacional del Prado

BROWN, J., GARRIDO, C. (1998). Velázquez, la técnica del genio.

CHECA, F. (2008). Velázquez, obra completa.

LÓPEZ-REY, J. (2014). Velázquez, obra completa.

ELVIRA BARBA, M.Á. (2013). Arte y mito: manual de iconografía clásica.

 

 

 

 

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