Amenofis IV, también conocido como Ajenatón, Akhenatón o Akenatón, o Amenhotep IV, hijo de Amenhotep III y de la reina Tity, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Su reinado está datado en torno a 1353-1336 a. C., y pertenece al periodo conocido como Imperio Nuevo. A la muerte de Amenhotep III (o Amenofis III), era su hijo mayor, Tutmosis, el que debía subir al trono de Egipto; sin embargo, su muerte hizo que su hermano pequeño, al que todo Egipto llamaría Amenofis IV, fuese el siguiente faraón de la dinastía[1]. La llegada de este nuevo faraón marcaría un antes y un después en la historia de Egipto.
Poco tiempo después de su coronación, el nuevo faraón intentó restablecer la plena autoridad regia frente a la tiranía ejercida por los sacerdotes de Amón. Amenofis IV promovió una profunda reforma religiosa de carácter monoteísta, centrada en la imposición del culto al dios Sol (Atón), en sustitución de Amón y de las demás divinidades egipcias.
En los primeros años de reinado, Amenofis IV contrae matrimonio con Nefertiti, la cual, posteriormente, se convertirá en una de las mujeres más importantes de la historia de Egipto.
A mitad de camino entre Menfis y Tebas, las dos anteriores grandes capitales, el el hijo de Amenofis III ordenó construir una nueva capital en el desierto, Ajetatón (la actual Amarna) consagrada al dios Atón. Mandó construir grandes templos dotados de patios de gran tamaño, ya que el nuevo culto al dios debía hacerse al aire libre; hacia el quinto año de reinado, el faraón, la familia real y la corte, se trasladaron a esta nueva ciudad. Es entonces cuando el nuevo culto, considerado para algunos egiptólogos como el comienzo de la primera religión monoteísta, empieza a consolidarse[2]. El faraón se nombró único representante en la tierra del dios, haciendo innecesaria la casta sacerdotal.
Poco a poco se fueron eliminando las imágenes existentes de dioses con forma humana: relieves, esculturas y otras representaciones que, hasta el momento, habían sido una fuente iconográfica importante en Egipto, comienzan a tomar un cariz que no se había contemplado hasta el momento.
La familia real, formada por Amenofis IV, Nefertiti y sus hijas, empieza a aparecer representada en los altares de los templos, templos que cambian su fisonomía para dejar entrar la luz solar, proveniente del dios Atón, incluso templos completamente abiertos.
La revolución de Tell el-Amarna llega acompañada de cambios estéticos. Amenofis IV anula las normas establecidas, dando paso al naturalismo en todas las representaciones. El faraón no quería idealizar su imagen ante el pueblo egipcio, quería ser personificado de una forma real. El último tercio de la XVIII Dinastía, representa un momento de libertad y renovación inigualable en toda la historia de la cultura egipcia, consolidando a su vez un modelo estético que llegaría hasta finales del Imperio Nuevo.
Dada la función de mediador único entre Dios y los hombres que Amenofis se arrogaba, es probable que se brindase a ofrecer su retrato como modelo ideal para el nuevo arte, insistiendo en que la imagen resultante estuviese dotada de una gran expresividad. Bastaba esto para producir esos tipos caricaturescos que tienen el rey, la reina Nefertiti y sus tres primeras hijas durante la primera fase de la escultura de Amarna.
La obra más imponente del estilo expresionista son los restos de los 28 colosos del Templo Arrasado de Karnak (izquierda). Son estatuas osíricas, destinadas a los pilares del patio del templo. De Osiris no tienen más que la postura rígida y los brazos cruzados sobre el pecho, sosteniendo las insignias de la realeza. Los colosos, así como otras representaciones del periodo, poseen cabezas alargadas en su parte posterior, ojos rasgados, labios gruesos, mandíbulas prominentes, cuellos largos y estilizados, y vientres pronunciados[3].
El escultor real Tutmose, maestro y artesano durante el reinado de Akenatón, fue el que llevó a cabo una de las obras de este periodo que más ha trascendido en la Historia del Arte: el busto de Nefertiti. Realizado en piedra caliza y yeso, fue concluido hacia el 1345 a.C., y fue hallado en diciembre del año 1912 durante la realización de unas excavaciones.
A partir del decimosegundo año del reinado de Amenofis IV, la familia real se vio afectada por una serie de infortunios: la segunda hija del matrimonio fallece, y las más pequeñas desaparecen. Después del año 14 de reinado, no hay menciones a la reina Nefertiti, con lo cual puede inducir a la teoría de que falleció hacia ese año de reinado.
Finalmente, Akenatón fallece en el decimoséptimo año de su reinado[4]. Semenejkara fue su sucesor, pero casi no se sabe nada acerca de este faraón, creyéndose que pudo reinar durante un breve periodo de tiempo[5]. Después de él asciende al trono un niño de unos diez años de edad, al que todos conocerán como Tutankamón.
Fuentes y enlaces de interés:
http://enciclopedia.us.es/index.php/Amenofis_IV
http://www.arqueoegipto.net/amenofis-iv-el-faraon-monoteista/
http://www.artehistoria.com/v2/personajes/4000.htm
http://biblioteca.unirioja.es/tfe_e/TFE001220.pdf
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/amenhotep.htm
http://www.historiadelarte.us/egipto/akenaton-y-el-triunfo-del-naturalismo/
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/31/ciencia/1238486496.html
http://www.ucl.ac.uk/museums-static/digitalegypt//amarna/royaltomb.html
Duliztky, J. (2016). Akenatón: el faraón olvidado.
Shaw, I. (2016). Historia del Antiguo Egipto.
[1] Probablemente compartió el trono con su padre antes de sucederle, hacia el 1379 a.C.
[2] En el décimo año de su reinado, Amenofis IV ordenó borrar el nombre de Amón y el de su esposa Mut de todos los monumentos.
[3] Las representaciones del faraón hacen pensar a los estudiosos que reflejan sus propias malformaciones físicas, quizás producto del síndrome de Marfan.
[4] Se cree que pudo fallecer con una edad de entre 30 y 36 años.
[5] Se han extendido numerosas teorías acerca de la descendencia y sexo de este faraón.